Cuando la población de un país disminuye rápidamente, puede poner en peligro su futuro. Por eso muchos países están preocupados por unas tasas de fecundidad excesivamente bajas. Pero, ¿se puede obligar a la gente a tener hijos por el bien de su país cuando no está en condiciones de tenerlos?

Últimamente, China está cada vez más preocupada por el rápido descenso de su tasa de fertilidad. Según un medio de comunicación estadounidense, la causa de este fenómeno es la “política del hijo único” implantada en los años 80. La tasa de fertilidad de China descendió tras la implantación de esta política y desde entonces se ha abolido. Sin embargo, las jóvenes chinas que crecieron bajo la política del hijo único son cada vez más reacias a tener hijos, y la tasa sigue descendiendo.

Hoy en día, muchas mujeres jóvenes, no sólo las chinas, viven sometidas a una gran presión: se espera de ellas que sean económicamente activas para mantener a sus familias y, al mismo tiempo, que sean madres. Esta presión es tan grande que algunas mujeres deciden no tener hijos, pero es difícil escapar a la presión social que condena esta decisión.

Todavía queda mucho trabajo por hacer como sociedad para respetar a las mujeres que deciden no tener hijos y reducir la presión sobre las que sí lo hacen. Hay muchas formas de hacerlo, como la empatía y la comprensión, la reducción del coste del cuidado de los niños, la flexibilidad laboral y el apoyo a la salud mental. ¿Qué podemos hacer para crear un entorno en el que las mujeres se sientan cómodas teniendo hijos? Averigüémoslo juntos.

 

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